Mis ojos son los que te hablan, Pincoya. La alegría de estar con mis padres cerca de tus flores, de tus verdes. Los conejos que corren por allí, libres, en mi patio; mi abuela
regando sus plantitas y yo, aquí, contigo, Pincoya”
Qué bueno verlos volar por mis calles. Sentir sus carcajadas crecer a la distancia, reconocer los gritos desesperados de los que nunca antes habían subido a una “cleta”. De alguna manera, sus madres se involucran con el juego; salen de sus casas con sillas y petacas, aprovechando el frescor de la caída de la tarde.
Nuestros momentos traspasaron mis fronteras. Lo que aquí ocurrió tomó un significado social y político; la fuerza y el empeño que expresamos sirvió de ejemplo para infundir nuevas miradas, para que las ganas de creer se expandieran. En ese clima de alegría, de atención, el poeta estuvo aquí y una parte de mí se llenó de su poesía, de su recorrido por la vida.
Te vuelves buscando ese horizonte infinito de promesas, ese horizonte que se instala más allá de mis corazonadas y te habla de hijos y nietos, de historia pasada, de dolores y pérdidas. Sin embargo, has dejado de esperar, porque tienes la experiencia almidonando tus hombros, reconfortando tu paciencia.
Has hecho un modo particular de sobrevivencia, le has dado el corazón a un oficio y cada momento de tus manos, el artesano se hace maestro. Tal vez te condujo la cesantía, la preocupación de tu hembra o la mirada traviesa del destino. Lo importante es que estás aquí y, sea cual sea tu universo, me das movimiento...
Detectaste la urgencia, la misma que en algún momento te agarrotó los huesos cuando las llamas se llevaron el sueño del “mexicano”. El silencio inspiró la acción, junto a otros esfuerzos se inició la búsqueda cariñosa, la entrega voluntaria. Sin embargo, mis laderas continúan encendiéndose, mis grifos se mantienen sellados, los braceros invernales se voltean y niños y viejos aún se calcinan encerrados y solos... Entonces, la tarea es titánica y el tiempo no determina sus fronteras.
Cuánto me enternece la seriedad con que toman este sencillo momento, donde la unión reconocida por la civilidad otorgará ciertas garantías, donde el amor simplemente no basta, donde los sueños y el compromiso de sangre no bastan, donde la mirada generosa de los que te protegen no basta. Entrarán de la mano a su hogar, a mi vientre torneado por sus figuras y reirán complacidos, porque el contrato -al final- no importa tanto...
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